Allá, en el horizonte, el sol es el cielo entero. La vida entera arde.
Respiramos apenas. Desapareces entre los espinos y las rocas.
¿Dónde estás? Qué angustia. ¿Te has ido lejos? ¿Has iniciado el camino del que nunca se regresa?
Grito, deambulo, busco. Como creí hallarte a la vera del camino caí por un desfiladero. El dolor. La sangre, caliente. El suelo, caliente.
Ni siquiera un oasis. ¡Cómo nos tranquiliza y confunde nuestra mente sinuosa, en instancias semejante! Pero yo sólo conseguía ver arena, pues era científico y no confiaba en ese tipo de ilusiones.
Caí al suelo. Ya ni siquiera sudaba. "Terminaré convertido en roca"
Me acordé de mis padres y traté de hacer mi muerte algo más amable. Había comprobado que la sugestión funcionaba a veces...Buen resultado, subjetivamente hablando. Pero la realidad no había cambiado. ¿Qué seguía?
¿Fe? ¿Se puede tener fe después de todo? Sí. Y no es la hipnosis ridícula de los ignorantes, ni la hipócrita letanía de los mojigatos. Fe. Simplemente fe. Creer en Einstein y en Jesucristo.
Y con fe pude levantarme. Los huesos me dolían. Ya no sentía la lengua. Esperaba irme deshaciendo poco a poco con el viento, volando al infinito, haciéndome duna. Pero mi fe mantuvo unidos los átomos de mi cuerpo.
Caminé otro tramo y volví a desplomarme. Me sentí morir. El calor me había asfixiado.
Entonces moví mi mano y escribí, y pude tranquilizarme. Mis dedos se hicieron hábiles para hallar lo imposible. Escribí y cavé, cada vez más hondo. Entonces brotó el agua.
David Alberto Campos V, Ópera Cromática, 2005
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