Esta es la vida del profesor Balbo. Dicen las malas lenguas que no tuvo padre (cosa biologicamente imposible, pero así de estupidas son las malas lenguas); otras más prudentes simplemente no dicen nada. La madre la tiene todavía, pero vaya uno a saber dónde. Es un hombre más bien obeso, de nariz chata, ojos sin brillo, calvicie incipiente y muy buenos modales. De niño quiso ser policía pero, dice él, menos mal se decidió por la pedagogía. Por la pedofilia, me dijo un conocido que sí es un verdadero cítrico y una víbora, pero no le hice caso a tan pérfidas palabras. Balbo estudió en N., luego se fue a B. cuando lo del golpe y cuando se despejó la cosa regresó, y he de decir que le hizo bien andar en B., pues cuando declama Schiller casi puede pasar por Schiller mismo.
Sobra decir que apenas le creo la cuarta parte de lo que me cuenta, pero bueno, tiene todo el derecho a mentir el hombre, y además me entretiene el rato. Además son lo que las nanas llaman mentiras piadosas, que ni fu ni fa, o sea, que las bota uno al aire y todo queda como si nada, ni chicha ni limonada, el mundo sigue girando y si cobraran multa por mentir todos andaríamos hasta el cogote por las deudas. Digo cogote porque me parece más feo aún que cuello, pero da lo mismo.
Volviendo a Balbo, creo que la esposa le pone los cuernos de lo lindo, pero no se lo digo porque son puras suposiciones, aunque Angel, el jardinero, que no se pierde la corrida de un catre, me dice que sí, que le hacen el de aquí y el de allá y el de más allá, y el otro los domingos, cuando el profe va al fútbol, y mientras escucho pienso qué nido de culebras este mundo, pero bueno, el otro habla y habla y ni se da cuenta que ya estoy leyendo y ni le presto atención, pero cuando es de chismes Angel habla como si le dieran cuerda, mejor dicho, como lora mojada. Creo que Balbo también sospecha, no van a andar riéndose gratis las vecinas, pero qué vamos a hacerle, si es lo que llamamos un estoico. Un buen cristiano, me corrige el cura (qué va a saber el bruto lo que fueron los estoicos, si una vez le hablé de Marco Aurelio y me salió con el Evangelio de San Marcos).
David Alberto Campos V, Ópera Cromática, 2005
martes, 20 de mayo de 2008
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