Inolvidable ese beso de cumpleaños, cuando ni nos conocíamos. O cuando entraste al auditorio espléndida y hasta el fiero anatomista se distrajo. Inolvidable la imagen de tu rostro oculto apenas tus ojos de sorpresa tus cejas arqueadas y ese pelo de oro mientras disecabas la glándula parótida y preguntabas por el nombre de algo y yo embelesado te decía sonriendo qué importa. Qué decir de aquella vez cuando te mostré un cuento y te reconociste en él: ojalá, cuando leas esto, me regales esa misma sonrisa cósmica. Bella, inolvidable. Así te
describo a mis amigos en Groenlandia y en la Patagonia. Decir que eras así, que te parecías a tal, que tenías lo otro, sería una torpeza. Tu palabra es: Inolvidable. Cómo extraño tu bondad tus ojazos de niña buena tu forma de pronunciar mi nombre en alemán con ese aire tan afectuoso tan caribeño. Bella, inolvidable, así te pondría de epitafio, aunque quiera Dios que nunca llegues a la tumba.
David Alberto Campos V, Ópera Cromática, 2005
lunes, 26 de mayo de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario